La unicidad histórica de Jesucristo comparado
con los fundadores de otras religiones

POR Donald T. Moore


La mayoría de los seguidores de las religiones en el mundo reclaman la unicidad de
su fe y eso incluye también a los cristianos. Esa afirmación es normal porque su religión les importa mucho y la consideran excepcional. Con frecuencia los cristianos alegan que la evidencia por su fe supera a las demás religiones. ¿Se trata de una verdad con evidencia fidedigna o no? Los reclamos de los cristianos por su unicidad conllevan varias alegaciones sobre Jesucristo que incluyen:4 
►Jesús es el único fundador de una religión principal que reclamó ser Dios;
►Su mensaje central se trataba de la presente y futura revelación del Reino de Dios y la respuesta personal determinaba el único camino para la entrada al Reino;
►Jesús fue el único fundador religioso con sus milagros registrados dentro de un tiempo muy corto de los sucesos;
►Jesús enseñó que su muerte proveería una oportunidad universal para recibir
personalmente el perdón de pecados;
►Lo más importante de los reclamos de unicidad es que los seguidores de Jesús
enseñaron que Él se levantó de entre los muertos y así lo indicaron muchos testigos, tanto individuos como grupos de personas, que lo vieron después de Su resurrección.
¿Cuál es la evidencia clave que tiene la fe cristiana para esos reclamos? ¿Cómo compara con las evidencias de las otras religiones?

Los fundadores de las religiones más antiguas

Los fundadores de las religiones más antiguas son las que más difieren de la fe cristiana porque no centralizaron una creencia en Dios o un ser Sobrenatural. Lo más probable es que Buda Gautama (563?-483? a. C.) rechazaba una creencia en una deidad, por lo menos, en el sentido de un Dios personal y Creador. Al principio sus primeros seguidores siguieron sus pasos en esto, pues un erudito5  certifica que lo “fundamental del budismo” es que la realidad es impersonal. Por lo tanto, es incorrecto utilizar el término Dios en un sentido absoluto o teísta en el budismo.6
Otro estudioso expresa ser de acuerdo al decir: “La superstición, la magia y los seres mitológicos fueron enteramente ausentes en el budismo antiguo.” No obstante, el budismo posterior en su período de mayor crecimiento en China (220-589 d.C.) abrazó otras enseñanzas populares, inclusive unas “figuras divinas y unos  santos heroicos.”7 Este movimiento que abandonó las primeras enseñanzas del Buda y promulgaba la superstición y la mitología comenzó unos 700 años después de la muerte de Gautama y se extendió durante 1,100 años.

 Otros importantes maestros chinos fueron Confucio y Lao Tzu del taoísmo que influyeron en la ética, sociedad, política y culturas y en los futuros estudiantes y sociedades. Los maestros posteriores no eran teólogos, pero sus enseñanzas perpetuaron un trasfondo multicultural. Un erudito de las formas tempranas del confucionismo y el taoísmo observa que no había nada sobrenatural que los influyera. Además, estos dos fundadores eran naturalistas y humanistas y no apelaron a un Dios o alguna divinidad sobrenatural.8 En breve, las primeras enseñanzas en el lejano Oriente del budismo, confucionismo y taoísmo se desarrollaron eventualmente en unas versiones más místicas y ocultas.

¿Fueron profetas los fundadores de las religiones?

Después de esos fundadores que no apelaron a lo sobrenatural, surgieron fundadores como profetas en el Oriente Medio. Por ejemplo, el principal profeta de la religión persa era Zoroastro, supuestamente en el sexto siglo A.C. No obstante, es cuestionable la fecha de sus escritos escatológicos centrales del zoroastrismo. Varían miles de años después de la fecha de nacimiento más temprano.9

 Lo único que pudo haber sido escrito por Zoroastro fue una pequeña porción de oraciones e himnos en el Avesta, compuesto más de mil años después. No es hasta el siglo noveno d.C. que unos escritos llamados los Bundahishn contenía una colección de cosmogonía y cosmología zoroástrica. En esencia, se sabe muy poco de la teología de Zoroastro excepto por estos escritos casi 1400 años más tarde.10 Por ende, no hay nada en esta religión que rivalice con las enseñanzas de la fe cristiana.

 Los análisis del budismo en Japón resultan ser parecidos. No solo existen varias fechas por el nacimiento de Gautama a pesar de la importancia de su vida histórica tan crucial cuando logró la Iluminación (nirvana). Como resultado, existen contradicciones interminables debido a que se pensaba que los relatos fueron confiables.11
Adicionalmente, existe otro problema porque sus enseñanzas fueron normalmente orales por 500 años. No existe tampoco ninguna manera objetiva de verificar sus enseñanzas originales. Por ende, los budistas no pueden competir con los cristianos en cuanto a la confiabilidad de sus tradiciones.12

Otro ejemplo concierne la fe hindú y la figura probable más conocida como Krishna, porque aún  existe duda de su existencia histórica. Esa es la situación para Krishna quien se creía que había comunicado oralmente en el texto del Bhagavad-Gita a su amigo y estudiante Arjuna, hace unos 5,000 años.13 De hecho, los textos hindúes que incluyen el Bhagavad-Gita son fechados para el siglo doce d.C. De manera  cuántos cambios hubo durante esos milenios.

En fin, han sido analizados dos cosas y  ambas demuestran brechas entre los primerosreligiosos y los textos religiosos, sin poder determinar objetivamente la fidelidad de muchas de las alegaciones.

¿Qué de los milagros de los fundadores?

Los informes de sucesos sobrenaturales o milagrosos tienen problemas semejantes. No hay problemas de este tipo en las formas más antiguas del budismo, el confucionismo y el taoísmo porque no dieron énfasis y no transmitieron enseñanzas en cuanto a algunos sucesos sobrenaturales.

Pero, en los casos de otros importantes fundadores religiosos, o los textos sobre tales sucesos aparecieron muy tarde y/o los primeros récords fechan entre cientos o miles de años después de la muerte del fundador. Tal como en los casos de Zoroastro y Krishna los textos no eran confiables por esas mismas razones.14

Contrario a las otras religiones principales, solo los milagros de Jesús aparecen en las fuentes primarias.15 En décadas recientes, casi todos los eruditos críticos, incluso los más escépticos, han admitido que la evidencia abrumadora autentica la historicidad de, por lo menos, algunos de los sucesos en los cuatro  Evangelios. No todos están de acuerdo en cuanto a lo que realmente ocurrió, pero hay unanimidad en que las sanidades parecidas a los descritos en los relatos efectivamente ocurrieron.

Dos estudios recientes y abarcadores ilustran la fuerza de que estos sucesos ocurrieron.16 Cada uno debate los factores que confirman estos sucesos al emplear el método crítico histórico e inclusive el criterio de la autenticidad. Concluyeron que los Evangelios relatan “sucesos que realmente ocurrieron
durante la vida de Jesús.”17 Y aun uno decidió a favor de cada uno de los tres relatos cuando Jesús levantó a los muertos. Sorprendentemente, un erudito concluyó que estos relatos disfrutan “la misma corroboración histórica que casi  cualquier otra afirmación que podemos hacer acerca del Jesús histórico.”18 Por ende, existe un contraste en más de un área entre los reclamos a favor de Jesús y en contra de los fundadores de otras religiones. Cabe señalar otra vez que existen diferencias históricas en cuanto al  tiempo entre la muerte del fundador y los textos

Casi todos los libros sagrados de las principales religiones no cristianas que informan sus enseñanzas y acciones están plagados por sus severos problemas históricos debido a estar escritos cientos y miles de años después de la muerte de sus fundadores. Por ejemplo, así fue el caso de Zoroastro, el Buda y otros. Aparecen enormes brechas entre los tiempos de los fundadores y las copias de sus obras que existen hoy.

Respuestas críticas de las comparaciones

 ¿Cómo tratan los datos históricos los eruditos críticos que claramente favorece la tradición cristiana comparada con los datos de las otras tradiciones religiosas? Sorprendentemente algunos de ellos admiten la situación.

 Por ejemplo, a pesar de sus críticas, Bart Ehrman admite que “el Nuevo Testamento está conservado en mucho más manuscritos que cualquier otro libro de la antigüedad.” Añade que “los eruditos están convencidos que podemos reconstruir las palabras originales del Nuevo Testamento con razonable exactitud (aunque probablemente no en un 100 por ciento).”19

Después de preguntar si se puede confiar en el Nuevo Testamento, John A. T. Robinson afirma: “No es una pregunta que un hindú haría de la Bhagavad-Gita o un musulmán del Corán o aun un judío del Antiguo Testamento.” Luego añade que, de las cuatro principales posiciones sobre los manuscritos del Nuevo Testamento, la opinión mayoritaria de los eruditos favorece un punto de vista generalmente conservador del texto, debido a la gran cantidad de datos accesibles. “Como tal, las palabras originales pueden ser reconstruidas.”

No obstante, las copias de los manuscritos en sí no aseguran que su texto es confiable y acertado, pero los eruditos han hecho numerosos comentarios sobre el asunto. Ya se ha descrito aquí la actitud y posición hacia los milagros de Jesús. En adición, muchos investigadores como Ehrman han escrito muchísimos comentarios tocantes a las fechas originales, el testimonio confiable y las tradiciones y las muchas declaraciones y testimonios de las fuentes dentro de varios escenarios neotestamentarios.20 Estos tipos de comentarios apoyan a las comparaciones históricas ya mencionadas en este artículo.

No obstante, en muchas ocasiones, los eruditos han incluido ejemplos de otras religiones esencialmente si fueran a la par del caso histórico de los escritos neotestamentarios, pero fallan en mirar críticamente su procedencia no cristiana. De hecho, con frecuencia esto se hace sin requerir absolutamente ningunaevidencia para las enseñanzas no cristianas.

 Por ejemplo, Robinson, sin sentido crítico, repite un cuento y el reclamo correspondiente de la glorificación, en cuanto a un hombre santo que murió en Tíbet en 1953. Pasado un tiempo, los aldeanos locales tibetanos interpretaron que un arcoíris que vieron arriba de la casa significaba que el hombre santo fue llevado al “cielo.”21 No obstante, ninguna crítica se presentó en cuanto a los detalles tocantes el tibetano tal como la certeza de la muerte de ese   hombre al comienzo, o la posibilidad de un cuerpo removido naturalmente y guardado en una casa privada o la extensión de que el cuento pudo haber cambiado al paso de los años antes de que Robinson lo hubiera escuchado. Tal vez, sobre todo, por qué un arcoíris indica que el hombre fue absorbido espiritualmente “dentro de la luz,”22 especialmente cuando, con frecuencia, el clima tibetano está muy lluvioso y los arcos iris evidentemente eran comunes y excepcionalmente difícil aplicar a un caso particular comoquiera. En la evaluación de Robertson están ausentes el escepticismo y la crítica.

En otro caso, Charles Hartshore, un importante filósofo crítico, insinúa en sus comentarios sobre la resurrección de Jesús que no se sintió obligada no aceptar la resurrección de Jesús porque podría también confrontarle con algunos sucesos milagrosos que el Buda supuestamente había realizado. ¿Pero, cómo puede los sucesos en cuanto a la resurrección de Jesús evidentemente confirmados dentro de solo  meses después ser comparados con sucesos reportados cientos de años después del Buda?

Quizás parte de la razón para la comparación se resuelve parcialmente cuando Hartshorne confiesa en la última oración de su ensayo: “Mi preferencia metafísica está en contra de las resurrecciones.”23

Esta práctica de demostrar una actitud excesivamente crítica hacia las creencias cristianas, y, a la vez, no hacer preguntas duras contra otras religiones principales no cristianas que tienen poca o ninguna evidencia para apoyar sus argumentos, no demuestra una objetividad sino una subjetividad. Con demasiada frecuencia, los eruditos críticos son inconsistentes en relación a las religiones no cristianas. Algunas veces pueden faltar ciertos datos necesarios o pueden ser desconocidos por el erudito. No obstante, evidentemente en muchos otros casos existe la costumbre de seguir la corriente de la sociedad o algo parecido como suele ser el caso en la transmisión de la noticia con regularidad donde casos más fuertes están sometidos a un criterio mucho más rigoroso.

Finalmente, recordemos el clisé popular de la tolerancia corriente de que todas las religiones proclaman el mismo mensaje o verdades, aunque aparecen diferencias culturales. Esa es la idea de que todas las religiones son diferentes senderos para subir por diferentes lados de la misma montaña. Por supuesto, esto supone que todos llegaron a la cumbre juntos. Entendido de otra manera, una evidencia con frecuencia no se requiere a menos que estemos discutiendo la fe cristiana. Este doble estándar podría ser el cumplido más detrimento, porque la fe cristiana, más allá de todo otro sistema de creencias en la actualidad está acompañada con los datos y las evidencias necesarias. □

4 Una parte adaptada y otra parte traducida del artículo de Gary R. Habermas y Benjamin C. F. Shaw, “The Historical Uniqueness of Jesus Christ among the Founders of the World’s Major Religions,” Christian Research Journal (Vol. 41:4, 2018), 40-45. Habermas es autor de varias publicaciones en la apologética.
5 Geoffrey Parrinder, Comparative Religion (Westport, CT: Greenwood, 1962, 1975), 85.
6 S. A. Nigosian, World Religions (Boston: Bedford, St. Martin’s Press, 2000), 80-81.
7 Allie F. Frazier, ed., Readings in Eastern Religious Thought, vol. 3 (Philadelphia: Westminster, 1969), 25-27
8 Tao Teh King, 77-115.
9 Nigosian, World Religions, 221-222.
10 Edwin Yamauchi, “Life, Death and the Afterlife in the Ancient Near East,” 49.
11 James E.Ketelaar, “The Non-modern Confronts the Modern,” 75.
12 Edward Conze, Buddhists Scriptures, (London: Penguin, 1959), 34.
13 “Preface,” Bhagava-Gida as it is, (Los Angeles: Bhaktivedanta Book Trust, 1983), xiii.
14 J. N. D. Anderson, Christianity and Comparative Religion (Downers Grove, Il.: InterVarsity, 1972), 40.
15 Yamauchi, Jesus, Zoroaster, Buddha, Socrates, Muhammad (Downers Gove, Il: InterVarsity, 1972),40.
16 John P. Meier, A Marginal Jew vol. 2 (NY: Doubleday, 1991), 967-70.
17 Meier, A Marginal Jew, 2:968.
18 Meier, A Marginal Jew, 2:970.
19 Bart D. Ehrman, The New Testament: Historical Introduction (NY: Oxford University Press, 2000),443-449.
20 Ehrman, Did Jesus exist? (NY: Harper Collins, 2012), 22-331.
21 John A. T. Robinson, The Human Face of God (Philadelphia: Westminster, 1973), 139.
22 Robinson, 139, Note 157.
23 Hartshorne, “Response to the Debate,” in Gary R. Habermas, et. al. Did Jesus Rise from the Dead (NY:
Harper and Row, 1987), 137, 141-42.